lunes, 28 de abril de 2014

Reseña: Firmin, de Sam Savage

Título: Firmin
Autor: Sam Savage
Editorial: Seix Barral
Nº Páginas: 224
Precio: 6,60 €
ISBN: 9788432250361


Un relato de humor negro sobre el poder de la literatura.

Nacido en una pequeña librería en un decadente barrio de Boston, Firmin aprende a leer digiriendo su nido hecho de un libro cortado a tiras. Pero rápidamente comprende que una rata culta es una rata solitaria. Marginada de su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor de ciencia ficción fracasado. A medida que Firmin navega por las calles sombrías en busca de amor y comprensión, su soledad y su miedo se tornan humanos e irremediablemente conmovedores.


Sobre el autor

Sam Savage
Estudió Filosofía Alemana, doctorándose más tarde en la Universidad de Yale. Tras ejercer la enseñanza durante año y medio, en la misma universidad, marchó a Francia, en donde residió cuatro años. A su vuelta a Estados Unidos, trabajó como mecánico de bicicletas, carpintero, pescador de cangrejos o tipógrafo, hasta que a avanzada edad, comenzó su carrera literaria.

Escrita sin pretensiones y con el fin de disfrutar durante el proceso, Firmin es el resultado del amor de su creador por la lectura, los libros y las librerías y su deseo de compartir ese acervo con sus lectores que, cual ratas lectoras, se identificarán con el idealismo de su protagonista y sus contradicciones, nuestras contradicciones.

Argumento:

La historia de Firmin es fácilmente resumible. Una rata se acoge en una librería para parir a su parentela. Entre su abundante prole pronto se destaca Firmin, el más pequeño y débil eslabón de toda la camada. A punto de morir de hambre al ser incapaz de luchar contra sus hermanos por la leche de su madre, acaba por sobrevivir alimentándose de la celulosa que extrae del papel de los libros. Con el tiempo descubrirá que ha aprendido a leer por lo que los libros dejan de convertirse en alimento físico para pasar a ser su ventana al mundo y su referencia espiritual.

Una ilustración de Firmin.
Cuando sus hermanos acaban por abandonar la librería para labrarse el futuro en los alrededores de la plaza Scollay de Boston, Firmin queda como rata soberana de la vieja tienda de libros del excéntrico Norman Shine. Tanto lee la pequeña rata que acaba por convertirse en un ser humano, con sus complejidades morales y psicológicas. Su cuerpo sigue, sin embargo, apresado en la fisonomía de una rata lo que le lleva a evitar con espanto los espejos y reflejos que le recuerdan su triste realidad, mientras sueña con hermosas mujeres desnudas -que conoce gracias a las sesiones nocturnas de un cine al que llaman la “casa de los picores”- y, fundamentalmente, con Ginger Rogers de quien se enamora perdidamente gracias a las proyecciones que contempla extasiado mientras rebusca comida en el suelo del patio de butacas.

Esta locura le lleva al convencimiento de que Norman, el librero, acabará por aceptar su presencia como la de un igual, un colega literario. La realidad se impone dramáticamente cuando el librero descubre a la rata y casi logra matarla con un veneno.

Pero no es éste el final de Firmin. Como un humano, logra rehacer su maltrecha estima y es “adoptada” por un escritor de poco éxito que malvive con la venta ambulante de sus obras y que reside en el mismo edificio donde se ubica la librería. Jerry acepta a la rata como tal, y apenas se sorprende de que lea. Ambos son parias de una sociedad que no les acepta y la victoria de Firmin es pírrica: finalmente no se sabe a ciencia cierta quién cuida de quién, ha entrado en el mundo de los humanos por la puerta falsa.

Plaza Scollay, Boston.
Entre tanto, la política urbanística de Boston lleva al saneamiento de la degradada plaza Scollay, paisaje vital de Firmin y de los personajes que le rodean. Su vida se precipita, como el final de un libro, inexorablemente. Ni siquiera el milagro de una rata lectora sirve para evitar la última hora; al contrario, a diferencia que el resto de ratas, Firmin sufre la conciencia de su propio fin, muere, por tanto, con sufrimiento exclusivamente humano.

Impresiones:


La novela está contada en primera persona por el propio Firmin. Esto me parece un gran acierto de Savage, ya que consigue que desde el primer momento te metas en su piel sin intermediarios. Se hace muy curioso, desde luego, que sea una rata la que nos está narrando. Justo cuando nos apiadamos de ella y estamos dispuestos casi a admitirla como humana, Sam Savage nos saca de ese ensimismamiento y nos deja claro que mejor que no sea así. Están muy bien narrados los momentos en los que nos muestra sus más bajos instintos. A veces, incluso con crudeza. Sus paseos a los cines Rialto son prueba de ello en ocasiones.

Dignas de mención son también las múltiples referencias literarias que contiene la novela, no podría ser de otra forma, desde luego, desarrollándose en una librería. Si bien es cierto que empieza con muchas (el inicio está plagado y de una manera brillante), para luego ir siendo cada vez menos frecuentes.

Ginger Rogers & Fred Astaire.
En cuanto al estilo y la forma de narrar de Savage me parece bastante fluido y anima a seguir leyendo. Es corta y se nos hace muy amena, por lo que una vez empezada tardaremos poco en acabarla. Aunque hay mucha gente que considera que está sobrevalorada, a mí no me lo parece en absoluto.

Otro aspecto que quiero destacar del libro es la gran capacidad para transmitir emociones del autor. Firmin es un gran personaje, sí, pero si no fuera por todo lo que nos dicen sus palabras seguramente no lo sería. Al coger el libro y ver sus tapas la primera impresión puede hacer creer que se trata de una novela de humor, y en algunas partes sí se puede considerar así. No me he reído a carcajadas, pero hay situaciones que te hacen desprender una sonrisa, especialmente aquellas en las que sale a relucir la ilusión de Firmin con su entorno, cuando va a ver a sus Beldades (actrices de cine), por ejemplo, o durante la ardua tarea de bajar un libro  y arrastrarlo para poder leerlo con calma. Sin embargo, el sentimiento que destaca en el libro no es el humor, sino la ternura. Es increíble lo que es capaz de transmitirnos el autor a partir de algo tan simple como una rata, jamás lo hubiera imaginado.

No diré que sea una obra maestra ni mucho menos, pero por supuesto, la recomiendo a todos los que quieran disfrutar de una novela original, bien escrita y que en su apariencia jovial esconda un trasfondo que nos hace pensar. Eso sí, para leer este libro es necesario tener la mente más abierta a otro tipo de lecturas, aquellas en la que se disfruta más de la narración que de la acción que transcurre en sí. A mí me ha convencido plenamente y creo que Sam Savage nos trae un soplo de aire fresco que no viene nada mal en el, a veces, encorsetado mundillo literario.



Nota: 5 / 5

2 comentarios:

Damek dijo...

Completísima reseña, que ha hecho que este me lo apunte seguro como una de mis próximas lecturas, ya que tengo la impresión de que me va a gustar. Argumento original, en ocasiones dura y en ocasiones divertida, me ha recordado mucho a las impresiones que me han causado las novelas de David Safier, los cuales bajo estos ingredientes, sobre todo la diversión, esconden una gran moraleja y he disfrutado mucho. Me ha encantado la reseña y espero poder disfrutarla también.

Inä dijo...

Fantástica reseña. También lo he leído (casi del tirón) y concuerdo contigo, Javi. Es un buen libro: divertido, dramático y tierno a la vez. Es una historia que enamorará a aquellos adictos a la lectura y que, a mi entender, posee un trasfondo filosófico y moral muy marcado.